¿Qué son las humedades por Capilaridad?
Generalmente, en el ámbito de la construcción, denominamos humedades por capilaridad a aquellas que afectan a paredes o muros, especialmente en sus partes bajas, aunque a veces pueden llegar a alturas de más de dos metros y que proceden del terreno donde se asientan esas paredes o muros.
Estas humedades originan deterioros en la superficie de las paredes, tales como abombamiento de las pinturas, aparición de salitre, desmoronamiento (meteorización) de los morteros de enlucidos, etc.
Pero, ¿Por qué se producen las humedades por capilaridad?
Antes que nada, debemos decir que la mayoría de los materiales de construcción son porosos, y si los observamos al microscopio veremos que en su interior se forma una red de “venillas”, en cierto modo similares a las del cuerpo humano, que se denominan capilares.
El tamaño y disposición de esos poros y capilares varía de unos materiales a otros, por eso decimos que hay materiales que absorben más la humedad (son más higroscópicos) y otros que son más impermeables.
En definitiva, de forma general, podemos decir que las humedades por capilaridad se producen porque el agua penetra por los poros del material y discurre a lo largo de los capilares de este, evaporándose y saliendo en forma de vapor de agua, por otros poros, en otra zona del material que está en contacto con el aire.
Bueno, hasta aquí un poco de teoría, pero salgamos del aula y bajemos al terreno de juego para ver qué ocurre en la realidad.
La realidad es que tenemos una pared de un edificio que estamos resanando cada pocos meses porque, en su zona baja, se cae la pintura, está llena de salitre y hay manchas de moho.
¿Y qué es lo que está ocurriendo con esa pared?
Pues ya tenemos una explicación. El muro, en la zona de sus cimientos, está en contacto con la humedad del terreno (agua), y como si se tratara de un papel secante, la está absorbiendo, por los poros.
El agua absorbida por el muro, se extiende por los capilares hacia arriba, evaporándose, después, por la cara del muro que nosotros no paramos de resanar.
Hasta ahí todo parece claro, nuestra pared tiene humedad por capilaridad. Pero, ¿Por qué el agua sube por los capilares, en contra de la gravedad?. Y ¿Por qué en unos lugares solo sube unos pocos centímetros y en otros más de dos metros?
Esa es una buena pregunta que nos hace volver al aula, en este caso a la de física.
¿Qué entiende la física por capilaridad?
La capilaridad es una propiedad de los líquidos que depende de su tensión superficial la cual, a su vez, depende de la cohesión del líquido y que le confiere la capacidad de subir o bajar por un tubo capilar.
De modo general podemos decir que si un líquido moja, es porque tiene poca tensión superficial y tenderá a subir en el interior de un capilar. Si el líquido no moja, tendrá alta tensión superficial y lo que hará será bajar en el interior del capilar.
Aquí tenemos que hacer un paréntesis para explicar que no todos los líquidos mojan. Por ejemplo el mercurio es líquido pero no moja. Podríamos sostener en nuestras manos una determinada cantidad de mercurio y no tendríamos las manos mojadas.
Los líquidos con alta tensión superficial no mojan porque la fuerza de adhesión de sus propias
moléculas entre sí, es mayor que la fuerza de adhesión de esas moléculas con los materiales con los que entran en contacto.
Por otra parte un físico llamado Jurin, allá por 1718, enunció una ley, por la que es conocido, que define la altura que puede alcanzar un líquido en el interior de un capilar.
La altura que alcanzará el líquido en el interior del capilar estará en relación inversa con el diámetro del mismo. Es decir, cuanto mayor sea el diámetro del capilar, menos altura alcanzara el líquido y cuanto menor sea, más altura alcanzará.
Bien, pues ya conocemos todos los parámetros básicos que rigen el fenómeno de las humedades por capilaridad y a partir de aquí, podemos comprender porque en unos muros, la humedad sube más que en otros. Básicamente y como el líquido es el mismo, en nuestro caso agua, lo que cambia es el diámetro de los capilares, que dependerá de los materiales con los que fue construido el muro.
Si volvemos a salir del aula y nos vamos de nuevo a observar la realidad, encontraremos en la naturaleza y en la vida diaria muchos casos de absorción capilar, por ejemplo en las plantas que succionan agua del terreno por capilaridad.
Otro ejemplo de absorción de humedad por capilaridad lo tenemos en el papel de cocina. Cuando secamos la encimera de nuestra cocina con la celulosa, lo que estamos haciendo es absorber el agua por capilaridad.
Imaginemos que sucedería si dejamos el rollo completo del papel de cocina sobre un charco de agua.
Este es el caso de nuestro muro, está absorbiendo la humedad del terreno sobre el que se asienta y la está evaporando por sus caras interna y externa.
El problema es que generalmente la humedad del terreno es inagotable, ya que depende de factores climatológicos, o geológicos que no podemos controlar, por lo que el proceso de absorción y evaporación de la humedad por capilaridad es continuo y como mucho, fluctúa de mayor a menor, en distintas épocas del año.
En consecuencia los daños que provoca el fenómeno son continuos, por eso los arreglamos este año y vuelven a aparecer al siguiente.
Pero ¿Por qué se producen esos daños?
Vayamos por partes.
En primer lugar tenemos daños en la pintura que obedecen a dos causas, una es que la presión del vapor de agua al evaporarse, forma abombamientos y abolladuras intentando despegar la lámina que forma la pintura del soporte, hasta que lo consigue. Otra proviene del deterioro que sufre la capa de material sobre la que estaba inicialmente adherida la pintura, que al degradarse, hace que esta se despegue.
En segundo lugar, el agua contiene sales en disolución y dichas sales se quedan depositadas en los poros del muro, por los que se evapora la humedad y en la superficie del mismo. Es la clásica pelusilla que solemos ver en las paredes con esta patología.
Como la humedad continua saliendo constantemente, estas sales sufren un fenómeno de rehidratación constante, es decir se están secando y mojando constantemente.
Las sales al rehidratarse forman moléculas mayores que no caben en el espacio intermolecular del soporte que las contiene, en nuestro caso el mortero o enlucido del muro, lo que crea tensiones tan grandes que llevan a la disgregación del enlucido. A este fenómeno se le llama meteorización y observamos como el enlucido se desprende al pasar la mano, como si fuera arenilla.
Otro de los daños comunes que produce las humedades por capilaridad es la aparición de hongos y mohos, que encuentran en estas paredes, continuamente húmedas, un hábitat excelente para su desarrollo, con riesgo para la salud de las personas y especialmente de los niños.
Ahora que ya sabemos cómo y porque se produce este fenómeno y los daños que ocasiona, vamos a lo que nos interesa saber.
¿Cómo podemos evitar la aparición de humedades por capilaridad?
En las construcciones modernas se tratan de aislar las paredes y los muros del contacto directo con el terreno, aunque a veces, bien por un mal planeamiento o una mala ejecución no se consigue.
Pero es en las construcciones más antiguas, donde este fenómeno es más común.
Como este fenómeno existe, al igual que todos los fenómenos físicos, desde la aparición del mundo, el hombre lo ha sufrido en sus viviendas desde la antigüedad y han sido muchos los métodos ensayados para evitarlo.
Vamos a referirnos aquí solo a los que en la actualidad se utilizan y trataremos de explicar cuál es el que mejor funciona y por qué.
Tratamiento de electro osmosis foresis.
Se basa en el principio físico de que dos elementos que tienen la misma polaridad se repelen. Por tanto se trata de inducir al muro, mediante la aplicación de un campo eléctrico, la misma polaridad que al agua para que esta no ascienda por él.
Hasta aquí la teoría. En la práctica este procedimiento, que a nivel de laboratorio parece funcionar, no funciona para resolver el problema de las humedades por capilaridad y vamos a explicar por qué.
Existen dos variaciones, la electroósmosis pasiva y la activa.
Ninguna de las dos funciona por varias razones.
Para ponerlo en práctica, es necesario colocar una serie de electrodos a lo largo del muro, interconectados entre sí y con el suelo.
Se trata de con este procedimiento de invertir la polaridad del muro, para así que este repela el agua. El problema es que la inversión de la polaridad desaparece en el momento que alguno de los contactos de los numerosos electrodos que se necesitan conectar en serie falla. El fallo es frecuente ya que el medio en el que se encuentran estas conexiones es particularmente húmedo y con presencia de sales, lo que facilita a medio plazo la corrosión de alguno de los elementos de la instalación.
Existen en el mercado algunas empresas auténticas vendedoras de humo que ofrecen el sistema de electroósmosis, pero sin cables. Es decir inalámbrico.
Se trata en síntesis de un aparatito que según sus “promotores”, emite ondas que logran que el muro repela la humedad por capilaridad.
Sencillamente un camelo. No es posible, al menos al día de hoy, inducir una corriente eléctrica de suficiente potencia sin la existencia de un medio conductor como los cables. Si así fuera no utilizaríamos cableado en las casas. Enviaríamos la corriente directamente del contador a los enchufes.
Ningún organismo de control técnico avala estos aparatitos para esta función.
Otro de los métodos que algunas empresas utilizan es el de colocar en los muros afectados lo que se llaman sifones atmosféricos o higroconvectores.
Básicamente se trata de abrir taladros en los muros e insertar en ellos unas piezas cerámicas porosas cuya función teórica es hacer que el aire cargado de humedad del interior del muro circule hacia fuera y el aire seco del exterior entre en el cono cerámico, para cargarse de humedad y volver a salir, creando así un ciclo continuo de desecación del muro.
El problema es que ese movimiento del aire por convección no tiene en cuenta las variaciones de peso específico del aire en invierno y verano, así como las variaciones del peso aire más vapor, que origina un cambio en la corriente de convección, humectando a veces el muro en lugar de desecarlo.
Por otra parte el sistema no ataja el problema en su origen, es decir no elimina la absorción de la humedad por el muro, por lo que tendría que estar funcionando eternamente y siempre aportando la humedad al interior del edificio.
En definitiva es un procedimiento que cada vez se utiliza menos ya que ha demostrado ampliamente que no funciona para atajar las humedades por capilaridad.
Por supuesto ningún sistema que lo que haga sea “tapar” las humedades superficialmente servirá, toda vez que la presión que se genera entre el muro y lo que lo tapa, acaba desprendiendo lo que sea que utilicemos para tapar, o haciendo que la humedad suba por encima de ese elemento.
Sirva como ejemplo de esto último, algo que vemos de forma bastante frecuente. Nos encontramos con muchos casos, donde la solución intentada ha sido alicatar el muro hasta una cierta altura.
El resultado siempre es que o bien la humedad sube por encima del alicatado, o si este llega hasta bastante alto, la humedad lo abomba, llegando con el tiempo, a desprenderlo.
Este caso es muy frecuente en edificios históricos, o monumentales, donde vemos esos aplacados abombados.
¿Entonces no hay una solución definitiva a las humedades por capilaridad?
Sí que la hay. Pero la solución pasa por evitar que el agua pueda subir por el muro.
¿Cómo?
Hay dos maneras.
Una es demoler el muro y volverlo a construir aislándolo adecuadamente del terreno por cualquier procedimiento que haga que el muro y el terreno no estén en contacto directo. Claro que este método es tan drástico que en la inmensa mayoría de los casos no es viable.
La otra es el procedimiento de nano impermeabilización de la base del muro.
¿Cómo se consigue esto?
Pues el procedimiento es el siguiente:
A lo largo del muro a impermeabilizar se efectúan una serie de perforaciones con taladro eléctrico lo más cerca posible del suelo.
Los orificios deben practicarse inclinados hacia abajo, con un ángulo de 35 a 45º y a razón de 7 agujeros por metro lineal del muro. El diámetro de las perforaciones debe ser de 20 a 25 mm y deben alcanzar una profundidad de hasta 5-10 cm del otro lado del muro.
La disposición de los orificios debe efectuarse en dos hiladas, al tresbolillo.
En caso de muros excepcionalmente gruesos es recomendable taladrar por los dos lados del muro, alternando los agujeros.
Una vez se han terminado las perforaciones, se llenarán con el producto TECAFIL NANO QUIMIC AP hasta que rebosen.
El rellenado puede efectuarse con la ayuda de embudo y un tubo de goma, con cánulas o bien con ayuda del pulverizador, desprovisto de su boquilla de pulverización.
Cada agujero se rellena varias veces en el intervalo de unas horas, dejando embeber el TECAFIL NANO QUIMIC AP cada vez, hasta que se observe que la pared ha quedado totalmente saturada.
En el caso de paredes con espacios vacíos, como puede ser un muro de ladrillo hueco, es aconsejable inyectar un mortero muy fluido que rellene todos los huecos existentes, y seguidamente, después de un tiempo de fraguado prudencial, efectuar el rellenado con TECAFIL NANO QUIMIC AP hasta saturación.
TECAFIL NANO QUIMIC AP asciende por los mismos capilares que lo hace el agua y reacciona con los iones de calcio libre que existen en todos los materiales de construcción y con el agua, para formar silicato cálcico, insoluble, que se deposita en los poros y capilares por los que sube el agua, obturando estos, de la misma forma que un coagulo obtura el paso de la sangre en un capilar o una vena humana.
El resultado es que una vez se ha producido la reacción, el agua encuentra una barrera infranqueable por la que no puede pasar, en la base del muro.
La zona tratada debe formar una barrera en todo el espesor del muro, lo más regular posible, y en forma tal, que constituya un obstáculo totalmente infranqueable para la humedad procedente de los niveles inferiores.
Por último, los taladros practicados deben volver a ser taponados con mortero.
A tener en cuenta que con este procedimiento lo que hacemos es evitar que suba más humedad por el muro, pero hemos de tener en cuenta que por encima de la barrera que hemos creado, el muro seguirá húmedo, hasta que concluya un proceso de secado por evaporación natural, de la misma forma que si tenemos una esponja dentro de un cubo de agua y la sacamos y la colocamos en cualquier lugar. La esponja ya no absorberá más agua, pero tardara un tiempo en secarse por evaporación.
El tiempo de secado del muro, o de la esponja del ejemplo, variará en función del espesor del propio muro, de la orientación del mismo, etc.
A continuación, si se necesita poner en uso el edificio rápidamente, puede repicarse el mortero o yeso deteriorados, tratar con TECAFIL NANO QUIMIC AP y revocar inmediatamente, sin necesidad de esperar al secado.
Al efectuar el enlucido, debe tenerse la precaución de que éste no forme unión con el terreno, ya que la humedad ascendería nuevamente a través del revoque.
Si se necesita pintar el muro, antes de su total secado, deberá hacerse con una pintura de poro abierto, para permitir la transpiración del mismo y de esta forma, su secado por evaporación de la humedad residual.
En el caso de muros de piedra, debe examinarse la clase de piedra utilizada en su construcción. Cuando se trata de areniscas o calizas blandas puede procederse con el mismo método descrito.
Si el muro está construido con piedras muy duras, no tiene sentido perforarlas ya que casi nunca son permeables, en estos casos el verdadero culpable de la humedad por capilaridad ascendente es el mortero de unión entre bloques.
Deben, por tanto, efectuarse perforaciones en las juntas, a ser posible por los dos lados, efectuando el mayor número posible de taladros hasta asegurar la total saturación del muro, para lograr la total impermeabilización de las humedades por capilaridad.
Si necesita hacer un tratamiento de humedades por capilaridad, llámenos o mande un email y nuestro departamento técnico se pondrá a su disposición, para estudiar su caso y ofrecerle la solución definitiva.