La durabilidad de las estructuras de hormigón es directamente proporcional a su capacidad para resistir la penetración de agua y de agentes agresivos externos. En ambientes de alta exposición (como zonas marinas, cimentaciones o túneles), los sistemas tradicionales de impermeabilización superficial ya no son suficientes. El enfoque moderno de la ingeniería civil se centra en el diseño de hormigones de baja permeabilidad que utilizan la reestructuración molecular como una solución integral y permanente contra las patologías.
De Barrera a Matriz: La Reestructuración Molecular como Solución Antipatologías
La aproximación histórica para lograr la estanqueidad se basaba en la aplicación de una barrera física (membranas o recubrimientos) sobre la superficie del hormigón. Sin embargo, estas barreras son vulnerables a fallos por daños mecánicos, desgaste o errores de instalación, permitiendo el ingreso de humedad.
La tecnología de aditivos impermeabilizantes por cristalización ha cambiado este paradigma, ofreciendo una alternativa basada en la reestructuración molecular de la propia matriz cementicia:
- Activación Química: El aditivo cristalino se añade a la mezcla de hormigón y es hidrófilo (usa el agua como catalizador). Reacciona con el hidróxido de calcio presente en la pasta de cemento.
- Densificación: Esta reacción genera millones de formaciones cristalinas insolubles que crecen dentro de los poros y microcapilares del hormigón, bloqueando físicamente el paso del agua. El material deja de ser permeable, pasando a ser una matriz estanca.
- Autosellado: La gran ventaja de la reestructuración molecular es el autosellado (o «autocuración») de microfisuras. Si aparecen grietas por asentamiento o retracción, la humedad reactiva los componentes del aditivo, reiniciando el crecimiento cristalino para sellar la fisura. Esto previene futuras patologías sin necesidad de costosas reparaciones externas.
Al transformar el hormigón en un material intrínsecamente impermeable, la durabilidad se garantiza durante toda su vida útil.
Cloruros y Sulfatos: Patologías Comunes en Estructuras de Alta Exposición
Los agentes agresivos más comunes que comprometen la vida útil de una estructura de hormigón son los cloruros y los sulfatos, los cuales penetran a través de la red capilar del material.
- Corrosión por Cloruros: Los cloruros (provenientes del agua de mar, deshielo o terreno) penetran hasta la armadura, rompiendo la capa pasivante del acero. Esto inicia la corrosión, que produce óxido. El óxido ocupa un volumen mayor que el acero original, generando tensiones internas que provocan el agrietamiento y desprendimiento del hormigón.
- Ataque por Sulfatos: Los sulfatos (comunes en aguas subterráneas o residuales) reaccionan con los aluminatos hidratados del cemento, creando productos expansivos (como la etringita). Esta expansión genera graves fisuras internas y la desintegración de la pasta de cemento.
El diseño de hormigones de baja permeabilidad basados en la reestructuración molecular es la solución más efectiva contra estas patologías. Al sellar permanentemente la red capilar, el hormigón molecularmente estanco impide la migración de estos iones agresivos hacia el interior, protegiendo la armadura y asegurando la integridad estructural.
La estanqueidad del hormigón, lograda con tecnología cristalina, minimiza la dependencia de los recubrimientos, ofreciendo una protección de la armadura constante y sin mantenimiento. Contacta con nosotros para recibir tu presupuesto gratuito.